viernes, 27 de septiembre de 2013

COMIENZOS...

Cayó en nuestras manos el libro “Lucas Lenz y la mano del emperador” de Pablo de Santis. Les convidamos con su inicio para que después vengan a seguir leyendo...



1.
Soy el guardián del museo. Salgo de mi casa al atardecer. Un ómnibus me deja a doscientos metros, camino a través de un terreno de pastos altos y ocupo mi lugar. En la oficina, que está  en el primer piso, hay pocas cosas: un escritorio, una silla, una estufa y un sofá viejo donde me tiro a veces a dormi, aunque se supone que el guardián nocturno del museo no debería dormir. Tengo revistas de historietas y de crucigramas y una radio Spica que no me ha fallado en los últimos cuarenta años. Este dato me traiciona: soy un hombre de cierta edad.
A veces paseo por el museo, estudiando las piezas que reúne. Nunca lo vi de día. No enciendo las luces al recorrerlo, uso una linterna de metal, de cuerpo alargado. La lámpara tiene un haz poderoso. Se necesita una buena luz para no tener miedo en un museo desierto.
Mirar los objetos del museo me aburriría, si no fuera porque siempre hay cosas nuevas, y porque las otras aparecen en sitios distintos. No sé quién es el que se dedica a cambiar las cosas de lugar. Pero un mismo objeto, en un lugar distinto, es también un objeto distinto (al menos cuando uno lo ilumina con una linterna en mitad de la noche).
Avanzo por las enormes habitaciones, que a veces también parecen cambiadas de lugar. Veo en una vitrina un cuervo embalsamado, y a la noche siguiente otra cosa ocupa su sitio: un arpón cubierto de herrumbre, una caja de cristal llena de nieve falsa; un teléfono de baquelita negra, que suena de vez en cuando, a pesar de que está desconectado, y que nunca me animo a atender; un libro que se puede leer en la oscuridad, porque sus palabras brillan. Nada tiene ninguna leyenda con ninguna explicación. Las cosas están solas en la oscuridad y yo me entretengo en inventarles un nombre, una función, o la historia, la larga búsqueda que las reunió aquí.
El hombre que se ocupó del trabajo se llama Lucas Lenz. Tardé seis meses en oír su nombre, y pasaron otros seis meses antes de que pudiera verlo.

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