Otro viernes y otro libro. Esta vuelta cayó en nuestras manos el libro de Laura Restrepo “Delirio”; les invitamos con un pedacito del comienzo para que después vengan y sigan leyendo...
Supe que había sucedido algo irreparable en el momento en
que un hombre me abrió la puerta de esa habitación de hotel y vi a mi mujer
sentada al fondo, mirando por la ventana de muy extraña manera. Fue a mi
regreso de un viaje corto, sólo cuatro días por cosas de trabajo, dice Aguilar,
y asegura que al partir la dejó bien, Cuando me fui no le pasaba nada raro, o
al menos nada fuera de lo habitual, ciertamente nada que anunciara lo que iba a
sucederle, durante mi ausencia, salvo sus propias premoniciones, claro está,
pero cómo iba Aguilar a creerle si Agustina, su mujer, siempre anda
pronosticando calamidades, él ha tratado por todos los medios de hacerla entrar
en razón pero ella no da su brazo a torcer e insiste en que desde pequeña tiene
lo que llama un don de los ojos, o visión de lo venidero, y sólo Dios sabe,
dice Aguilar, lo que eso ha trastornado nuestras vidas. Esta vez, como todas,
mi Agustina pronosticó que algo saldría mal y yo, como siempre, pasé por alto
su pronóstico; me fui de la ciudad un miércoles, la dejé pintando de verde las
paredes del apartamento y el domingo siguiente, a mi regreso, la encontré en un
hotel, al norte de la ciudad, transformada en un ser aterrado y aterrador al
que apenas conozco. No he podido saber qué le sucedió durante mi ausencia
porque si se lo pregunto me insulta, hay que ver cuán feroz puede llegar a ser
cuando se exalta, me trata como si yo ya no fuera yo ni ella fuera ella,
intenta explicar Aguilar y si no puede es porque él mismo no lo comprende; La
mujer que amo se ha perdido dentro de su propia cabeza, hace ya catorce días
que la ando buscando y me va la vida en encontrarla pero la cosa es difícil, es
angustiosa a morir y jodidamente difícil; es como si Agustina habitara en un
plano paralelo al real, cercano pero inabordable, es como si hablara en una
lengua extranjera que Aguilar vagamente reconoce pero que no logra comprender.
La trastornada razón de mi mujer es un perro que me tira tarascadas pero que al
mismo tiempo me envía en sus ladridos un llamado de auxilio que no atino a
responder; Agustina es un perro famélico y malherido que quisiera volver a casa
y no lo logra, y al minuto siguiente es un perro vagabundo que ni siquiera
recuerda que alguna vez tuvo casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario