viernes, 18 de diciembre de 2009

SE ACERCAN LAS FIESTAS...


Se acercan las fiestas y como todos los años los esperamos que puedan reunirse con sus seres queridos, aprovechando la oportunidad de estar juntos para brindar y brindarse (para darse a los otros).
Del mismo modo, los invitamos a reflexionar con nosotras sobre el significado de la Navidad.
Celebramos el nacimiento de un niño, de la esperanza para toda la humanidad. Miremos a nuestro alrededor entonces y observemos qué hacemos por nuestros niños, los propios y ajenos, qué lugar les otorgamos en nuestra sociedad. Recorramos las calles de la ciudad, atrevámonos a mirar de frente a los niños de la calle y preguntémonos sin temor porqué razón los condenamos cotidianamente a la cruz. Porque la responsabilidad es de todos, somos los adultos los que no podemos o no sabemos hacer un mundo mejor que los incluya a ellos.
Como sostiene Armando Tejada Gómez en su bello poema “Hay un niño en la calle”: Es honra de los hombres, proteger a lo crece…


Los invitamos ahora con un fragmento de la novela de José Saramago El Evangelio según Jesucristo. Que desde ya recomendamos para leer.
¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!




“(…) El hijo de José y de María nació como todos los hijos de los hombres, sucio de la sangre de su madre, viscoso de sus mucosidades y sufriendo en silencio. Lloró porque lo hicieron llorar y llorará siempre por ese solo y único motivo. Envuelto en paños, reposa en el comedero, no lejos del burro, pero no hay peligro de que lo muerda, que al animal lo prendieron corto. Zelomi ha salido a enterrar las secundinas, mientras José viene acercándose. Ella espera a que entre y se queda respirando la brisa fresca del anochecer. Cansada como si hubiera sido ella quien pariese, es lo que imagina, que hijos suyos nunca tuvo.
Bajando la ladera, se acercan tres hombres. Son los pastores. Entran juntos en la cueva. María está recostada y tiene los ojos cerrados. José, sentado en una piedra, apoya el brazo en el reborde del comedero y parece guardar al hijo. El primer pastor avanzó y dijo, Con estas manos mías ordeñé a mis ovejas y recogí la leche de ellas. María, abriendo los ojos, sonrió. Se adelantó el segundo pastor y dijo, a su vez, Con estas manos mías trabajé la leche e hice el queso. María hizo un gesto con la cabeza y volvió a sonreír. Entonces se adelantó el tercer pastor, por un momento pareció que llenaba la cueva con su gran estatura, y dijo, pero no miraba ni al padre ni a la madre del niño nacido, Con estas manos mías amasé este pan que te traigo, con el fuego que sólo dentro de la tierra hay lo cocí. Y María supo que era él.”

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