viernes, 15 de noviembre de 2013

Comienzos...



Este viernes les proponemos la primera parte del libro HISTORIA DEL REY TRANSPARENTE de Rosa Montero... por ahí les dan ganas de seguir leyendo.




La luz nacerá de las tinieblas.
ISAÍAS, 58,10


Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Nací sierva y soy libre. He visto en mi vida cosas maravillosas. He hecho en mi vida cosas maravillosas. Durante algún tiempo, el mundo fue un milagro. Luego regresó la oscuridad. La pluma tiembla entre mis dedos cada vez que el ariete embiste contra la puerta. Un sólido portón de metal y madera que no tardará en hacerse trizas. Pesados y sudados hombres de hierro se amontonan en la entrada.
Vienen a por nosotras. Las Buenas Mujeres rezan. Yo escribo. Es mi mayor victoria, mi conquista, el don del que me siento más orgullosa; y aunque las palabras están siendo devoradas por el gran silencio, hoy constituyen mi única arma. La tinta retiembla en el tintero con los golpes, también ella asustada. Su superficie se riza como la de un pequeño lago tenebroso. Pero luego se aquieta extrañamente. Levanto la cabeza esperando un envite que no llega. El ariete ha parado. Las Perfectas también han detenido el zumbido de sus oraciones. ¿Acaso han logrado acceder al castillo los cruzados? Me creía preparada para este momento pero no lo estoy: la sangre se me esconde en las venas más hondas. Palidezco, toda yo entumecida por los fríos del miedo. Pero no, no han entrado: hubiéramos oído el estruendo de la puerta desgajarse, el derrumbe de los sacos de arena con que la reforzamos, los pasos presurosos de los depredadores al subir la escalera. Las Buenas Mujeres escuchan. Yo también. Tintinean los hombres de hierro bajo las troneras de nuestra fortaleza. Se retiran. Sí, se están retirando. Al sol le falta muy poco para ocultarse y deben de preferir celebrar su victoria a la luz del día. No necesitan apresurarse: nosotras no podemos escapar y no existe nadie que pueda ayudarnos. Dios nos ha concedido una noche más. Una larga noche. Tengo todas las velas de la despensa a mi disposición, puesto que ya no las vamos a necesitar. Enciendo una, enciendo tres, enciendo cinco. El cuarto se ilumina con hermosos resplandores de palacio. ¡Y pensar que nos hemos pasado todo el invierno a oscuras para no gastarlas! Las Buenas Mujeres vuelven a bisbisear sus Padrenuestros. Yo mojo la pluma en la tinta quieta. Me tiembla tanto la mano que desencadeno una marejada.
Me recuerdo arando el campo con mi padre y mi hermano, hace tanto tiempo que parece otra vida. La primavera aprieta, el verano se precipita sobre nosotros y estamos muy retrasados con la siembra; este año no sólo hemos tenido que labrar primero los campos del Señor, como es habitual, sino también reparar los fosos de su castillo, hacer acopio de víveres y agua en los torreones, cepillar los poderosos bridones de combate y limpiar la maleza las explanadas frente a la fortaleza, para evitar que puedan emboscarse los arqueros enemigos. Estamos nuevamente en guerra, y el señor de Abuny, nuestro amo, vasallo del conde de Gevaudan, que a su vez es vasallo del Rey de Aragón, combate contras las tropas del Rey de Francia. Mi hermano y yo nos apretamos contra el arnés y tiramos con todas nuestras fuerzas del arado, mientras padre hunde en el suelo pedregoso nuestra preciada reja, esa cuchilla de metal que nos costó once libras, más de lo que ganamos en cinco años, y que constituye nuestro mayor tesoro. Las traíllas de esparto trenzado se hunden en la carne, aunque nos hemos puesto un peto de fieltro para protegernos. El sol está muy alto sobre nuestras cabezas, próximo ya al cenit de la hora sexta. Al tirar del arado tengo que hundir la cabeza entre los hombros y miro al suelo: resecos terrones amarillos y un calor de cazuela. La sangre se me agolpa en las sienes y me mareo. Empujo y empujo, pero no avanzamos. Nuestros jadeos quedan silenciados por los alaridos y los gritos agónicos de los combatientes: en el campo de al lado, muy cerca de nosotros, está la guerra. Desde hace tres días, cuatrocientos caballeros combaten entre sí en una pelea desesperada. Llegan todas las mañanas, al amanecer, ansiosos de matarse, y durante todo el día se hieren y se tajan con sus espadas terribles mientras el sol camina por el arco del cielo. Luego, al atardecer, se marchan tambaleantes a comer y a dormir, dispuestos a regresar a la jornada siguiente.
Día tras día, mientras nosotros arañamos la piel ingrata de la tierra, ellos riegan el campo vecino con su sangre.

Se acerca el Centenario...

Pasan los días y lentamente se va acercando el 1º de diciembre...¡nuestro cumpleaños 100!
Estamos preparando distintas actividades para compartir con nuestros socios, amigos y vecinos ese día. Desde ya los invitamos a todos a comenzar ya a participar y colaborar para nuestros festejos... las cosas compartidas son mejores!!!

Interior de la biblioteca-año 1943

Última entrega del cineclub: EL HOBBIT

 
 
Cerrando el ciclo 2013 en el cineclub de la Biblioteca Popular Posadas este lunes 18 de noviembre se presenta la película "El Hobbit".
Considerado como uno de los grandes escritores del Siglo XX y padre de la novela de fantasía, J.R.R. Tolkien escribió "El Hobbit" como precuela de "El señor de los anillos"
La cita será, como siempre, a partir de las 20.30 con entrada libre y gratuita.
Los esperamos

viernes, 1 de noviembre de 2013

COMIENZOS...



Este viernes cayó en  nuestras manos el libro “La historia del loco” de John Katzenbach... si tienen ganas de seguir leyendo...¡vengan a la biblioteca! 



PRIMERA PARTE

EL NARRADOR POCO FIABLE

1.
Ya no oigo mis voces, de modo que ando un poco perdido. Sospecho que sabrían contar mucho mejor esta historia. Por lo menos, tendrían opiniones, sugerencias e ideas definidas sobre lo que debería ir al principio, al final y en medio. Me indicarían cuándo añadir detalles, cuándo omitir información superflua, qué es importante y qué es trivial. Después de tanto tiempo, no recuerdo muy bien las cosas y me resultaría muy útil su ayuda. Pasaron muchas cosas, y me cuesta saber dónde situar qué. Y a veces no estoy seguro de que algunos incidentes que recuerdo con claridad ocurrieran de verdad. Un recuerdo que parece sólido como una piedra, acto seguido me resulta tan vaporoso como una neblina. Ése es uno de los principales problemas de estar loco: nunca estás seguro de las cosas.
Durante mucho tiempo creí que todo había empezado con una muerte y terminado con otra, como un buen par de sujetalibros, pero ahora ya no estoy tan seguro. Quizá lo que realmente puso todo en movimiento tantos años atrás, cuando yo era joven y estaba loco de verdad, fue algo más insignificante o más efímero, como unos celos ocultos o una rabia reprimida, o más universal y permanente, como la posición de las estrellas en el cosmos, la fuerza de las mareas o el movimiento rotatorio del planeta. Sé que algunas personas murieron, y yo tuve la suerte de no unirme a ellas, lo que fue una de las últimas observaciones que hicieron mis voces antes de abandonarme para siempre.
Ahora, en lugar de su agotadora cacofonía, tengo medicamentos para prevenir su regreso. Una vez al día tomo diligentemente un psicotrópico, una pastilla oblonga de color azul que me deja la boca tan seca que, cuando hablo, sueno como un viejo fumador empedernido o como un sediento desertor de la Legión Extranjera que ha cruzado el Sáhara y suplica un sorbo de agua. Le sigue de inmediato un elevador del ánimo de sabor amargo para combatir la esporádica depresión perversa y suicida en la que, según dice mi asistente social, es probable que me suma en cualquier momento con independencia de cómo me sienta. De hecho, creo que podría entrar en su despacho dando botes de alegría y exaltación por el rumbo positivo de mi vida, y ella seguiría preguntándome si he tomado la dosis diaria. Esta pastillita cruel me estriñe y me hincha por retención de líquidos, como si llevara puesto un manguito de medir la tensión arterial ceñido en la cintura en lugar del brazo izquierdo. Así que tengo que tomar un diurético y también un laxante para aliviar esos síntomas. El diurético me provoca migraña terrible, como si alguien especialmente cruel me golpeara la frente con un martillo; combato ese efecto secundario con analgésicos con codeína mientras corro hacia el lavabo para resolver el otro. Y, cada dos semanas, me inyectan un potente agente antipsicótico en el ambulatorio, donde me bajo los pantalones ante una enfermera que siempre sonríe de la misma forma y me pregunta en un tono idéntico cómo estoy, a lo que yo contesto que bien, tanto si lo estoy como si no, porque tengo bastante claro, incluso a través de las diversas nieblas de la locura, de cierto cinismo y de los fármacos que le importa un comino pero lo considera parte de su trabajo. El problema es que el antipsicótico, que me impide toda clase de conducta maligna o despreciable, o al menos eso me dicen, también me produce un ligero temblor en las manos, como si fuera un nervioso defraudador que se enfrenta a un inspector de Hacienda. También me provoca un ligero rictus en las comisuras de los labios, de modo que tengo que tomar un relajante muscular para impedir que la cara se me convierta en una máscara que asuste a los niños del vecindario. Todos estos mejunjes me recorren a su aire las venas y me atacan varios órganos inocentes, y probablemente embotados, cuando se dirigen a calmar los irresponsables impulsos eléctricos que se me disparan en la cabeza como a muchos adolescentes revoltosos. A veces me siento como si mi imaginación fuera un dominó incontrolable que ha perdido de repente el equilibrio, se tambalea adelante y atrás y luego se desploma contra las demás fuerzas de mi cuerpo, lo que desata una potente reacción en cadena, clic, clic, clic, en mi interior.

CINECLUB: Los Miserables

 

Este lunes 4 de noviembre continúa el homenaje a los grandes de la literatura universal con la presentación de la película "Los Miserables", una adaptación cinematográfica del famoso musical, basado a su vez en la novela homónima de Victor Hugo.


La cita será, como siempre, a partir de las 20.30 hs con entrada libre y gratuita. Los esperamos.