Los invitamos con un pequeño texto de Luis María Pescetti, de su libro Nadie te creería.
Esperamos que les guste y les den ganas de leer más....
El poeta de los sueños
Había una vez un señor que soñaba poesías. Despierto no
destacaba en nada; pero dormido se le aparecían poemas. Hablaba y su mujer copiaba; por la mañana ni él mismo
podía creer que eso había sido creación suya (esto les sucede a muchos
creadores, casi nadie puede explicar de dónde nacen las ideas; pero en este
caso la sensación era más fuerte ya que dictaba dormido).
Todo terminaría acá si no fuera porque estaba disconforme
con eso, pues se hizo famoso en todo el mundo, no tanto por los poemas sino por
cómo le nacían. Lo invitaban a programas de televisión, pero esos de concursos
y fenómenos extraños. Lo entrevistaban de diarios y revistas para preguntarle
si, además, veía espíritus. Aparecía en libros, pero en aquellos de récords y
hechos inexplicables. Él quería ser poeta, y no un fenómeno de circo.
Sufría tanto que, desesperado, le dio un martillo a su mujer
para que le pegara cuando hablara dormido, lo que ocurrió esa misma noche. Fue
una poesía sobre una tortuga. Su esposa no le pegó, lo sacudió de los hombros.
Él no despertó, pero la tortuga del poema apareció de verdad en la habitación.
De ahí en más no sólo dictaba sus poemas, sino que algunos
de ellos se convertían en realidad. Un baúl, una calle, un barco, humo. Uno de
sus poemas habló del mar, y comenzó a inundarse la ciudad. Lo echaron de ésa y
de otras, porque no elegía lo que soñaba, y no siempre eran cosas buenas. Soñó
la guerra, pero no fue culpa suya, la guerra ya estaba en los hombres. Él sólo
contaba de un soldado que llevaba días en una trinchera, bajo la lluvia, y
escribía cartas a su novia, por amor, pero también para no enloquecer.
Soñó que estaba solo, y una nave espacial los llevó a la
Luna. Soñó que era un náufrago, y pasó a rescatarlos un barco antiguo. No quiso
soñar nunca más. Le pidió a su mujer que preparara café bien cargado, como se
toma en Cuba y en Colombia, y que le diera conversación para no dormirse.
Todavía navegan por el cielo, con los ojos cansados de no
dormir. Pero, cuando se distrae, la mujer le canta una canción de cuna y
descansan. Así es su amor.