Queremos compartir con ustedes la última entrada del blog de Leonardo Moledo (www.leonardomoledo.blogspot.com). Este escritor-científico-divulgador-periodista ha escrito varios libros sobre ciencia, las ideas científicas y su relación con la sociedad que dio lugar a su creencia . En la biblioteca tenemos varios títulos, pueden venir y buscar alguno.
Empiecen con este texto muy interesante, justo ahora que parece que las tormentas solares serán responsables de nuestro final en diciembre de este año...
"El Sol es una esfera perfecta y regular: ninguna impureza mancha
ni manchará jamás su superficie", sostenía la Encyclopedia of Spurious
Science (Vol X, 1856).
La temeraria afirmación de la
Encyclopedia ignoraba, como siempre, la evidencia acumulada. Las manchas
solares, que hubieran horrorizado a Copérnico y a las que el temor
profano confirió propiedades brujeriles y maléficas, aparecieron en el
telescopio de Galileo hacia el año 1610. El asunto era grave, pues la
mera existencia en el disco solar de esos oscuros enclaves de sombra,
contradecía la dos veces milenaria doctrina de la perfección de los
cielos. La sorpresa fue tan grande, que el joven archiduque de Hormtland
se autoinmoló en un bosque de abetos, y el gentil Calímaco, poeta entre
los poetas, se arrancó los ojos para no verlas y seguir celebrando en
verso "la impudicia perfecta de la Creación".
Pero estos actos
trágicos, y hasta cierto punto frenéticos, de nada sirvieron: movedizas,
efímeras, las manchas solares allí quedaron. . . Zonas oscuras, de
tamaños diversos, que aparecen en grupos sobre la superficie de nuestra
modesta estrella local. Durante una vida relativamente breve (días o
meses), evolucionan y modifican su forma: las más felices suelen
aproximarse al círculo. Aunque en comparación con la superficie del sol
parecen accidentes mínimos, en verdad, son enormes, y los mejores
ejemplares del género tienen diámetros muy superiores al de la Tierra.
Manchas solares. . . el mismo nombre sugiere la falla, el mal
funcionamiento, la equivocación, la oscuridad y el frío, tan
frecuentemente -y tan injustamente- asociadas al error. Pero las manchas
solares no son, en realidad, ni oscuras ni frías: sólo lo parecen en
comparación con la brillante realidad que las circunda (la superficie
solar). Si la temperatura de esta última es de alrededor de seis mil
grados, las manchas se ubican muy poco atrás, con cuatro mil grados de
temperatura, una diferencia si se quiere mínimna frente a los veinte
millones de grados que imperan en el centro del astro. Y aunque parezcan
islas negras en una superficie amarilla y deslumbrante, brillan cien
veces más que una luna llena. Brillo que no agota sus extrañas virtudes.
Las manchas muestran, además, una elevadisima conductividad eléctrica y
un campo magnético verdaderamente fantástico (alrededor de doce mil
veces el campo magnético terrestre).
Importante, porque según
se acepta hoy, las manchas solares son un fenómeno básicamente
magnético, un fenómeno magnético que se origina en las zonas profundas
del Sol y que irrumpe en la superficie por razones todavía desconocidas.
Cambiantes y movedizas, intrigantes, desafían aún la imaginación de los
astrónomos solares, que tienen varios modelos alternativos que las
explican, siempre de manera imperfecta.
No debe extrañarnos:
aún reinados tan grandes como el de Enrique II Plantagenet en Inglaterra
o el de Felipe Augusto en Francia, fueron manchados por sucesos
repudiables como el asesinato de Thomas Becket o el proceso a los
Templarios. El sol, astro rey a su manera, no tiene por qué escapar a la
regla. Todavia falta para que revele esos puntos oscuros de su
monarquía.